En el tumultuoso año de 1941, en plena efervescencia tanguera, el genio pianista Sebastián Piana se puso en modo inspiración y compuso, de la mano del letrista Cátulo Castillo, la joyita musical llamada Tinta Roja. Mientras tanto, en la esquina sudoeste de Adolfo Alsina y Solís, en el barrio de Montserrat, se erigía un edificio con aires de historia y cultura, donde en su planta baja moraba un bar con aires de billares. ¡Pero eso no es todo, amiguitos! Hoy en día, en ese mismo lugar, ondea la bandera del Café Bar Alsina. Y como periodista curioso que soy, me aventuré a adentrarme en sus dominios y al traspasar la puerta, me sentí como si estuviera caminando sobre los versos de Cátulo. ¿Estará el café empapado en tinta roja por dentro? ¡Pues no, queridos lectores! Sin embargo, el rojo intenso de las cortinas que no dejan pasar ni un rayito de sol, le otorgan al lugar un toquecito de misterio y pasión.

Ahí, en la trinchera del Café Bar Alsina, encontramos a Ramón Pinto, el capitán al mando desde 2014. Un avezado del mundo gastronómico que tiene sus horas de vuelo bien contadas. ¿Sabían que allá por el 1984, se embarcó en la aventura del Histórico Bar de Diagonal Sur en el número 622 de la Presidente Julio A. Roca? ¡Un verdadero torbellino de experiencias! Y entre el 2004 y 2014, este buen hombre fue socio del Histórico Bar hasta que decidió zarpar solo rumbo a la travesía del Alsina. Según las historias que me contó Ramón, antes de que él y los suyos desembarcaran en Alsina y Solís, el local estaba en manos de unos gallegos que además regenteaban una fábrica de pastas en el local de enfrente. ¡Qué cambio, amigos! Gracias a este emprendedor, el bar cambió su nombre por el de "Alsina". ¡Bravo por Ramón! Una forma astuta de conectar con la comunidad es darle al negocio un nombre que resuene en el barrio. Al preguntarle a Ramón por el nombre original del lugar, él me reveló: "Alai".

Mientras degustaba un aromático café, observaba a mi alrededor con ojos de explorador intrépido. ¿Qué quería decir cuando mencionaba el rico patrimonio cultural de la cuadra? Pues, por ejemplo, en cuanto a su arquitectura, en la esquina de enfrente, la sudeste, se alza un edificio de alquileres con aires franceses academicistas de los años 30, coronado por una cúpula que, ¡agárrense fuerte!, ¡es también una vivienda familiar con forma de tambor de tres niveles!

Pero eso no es todo, queridos lectores ávidos de datos curiosos. En ese mismo edificio de alquileres, vivió al mismo tiempo el compositor y director de orquesta de tango, Francisco Canaro. ¡Sí, señores y señoras! Duchamp y Pirincho fueron vecinos de toda la vida. ¡Qué casualidad, no me digan que no!

Mientras tanto, en el número 1762 de la calle Alsina, diagonal al inquilinato de Duchamp y Canaro, se erige majestuosa la sede de la Asociación Argentina de Actores, ocupando lo que alguna vez fue el magnífico Palacio Dassen. ¡Ah, Cornelio Dassen, un ingeniero y matemático nacido en nuestras tierras allá por 1873! El arquitecto Alejandro Christophersen fue el artífice de esta obra en 1914, rematada con un faro urbano. La lista de obras de Christophersen en la ciudad es larga y emocionante. Solo mencionaré dos: el Palacio Anchorena, hoy Palacio San Martín, y la fachada del mítico Gran Café Tortoni sobre la Avenida de Mayo.

Otro edificio emblemático de la zona, a pasitos de la avenida Entre Ríos, en el número 1786 de Alsina, es la sede central de la Unión Cívica Radical. ¡Vaya vecindario interesante el de Alsina y Solís! Actores y radicales se pasean por las mesas del Café Bar Alsina como si fuera su segunda casa. ¡Qué lindo es ver tanta vida en una esquina!

"Tinta Roja" es una oda a la nostalgia, un recordatorio de tiempos pasados y emociones vividas. ¿Pero todos los tangos son tan melancólicos? No todos, amigos míos. Y pocos logran capturar la melancolía como lo hace este clásico. “Tu emoción de ladrillo feliz sobre mi callejón, con un borrón, pintó la esquina…”, y así es como Ramón le puso un toquecito de rojo a su esquina. Una pena que Duchamp, en su paso por Buenos Aires, no se haya topado con los grandes poetas del tango. Al parecer, estaba ocupado en otras lides artísticas en aquel entonces. Pero siempre tenemos a Borges para recordarnos la eternidad de Buenos Aires, esa ciudad que late al compás del tango y la pasión.

Y así, entre cafecitos, poesía y historia, nos sumergimos en el Café Bar Alsina, un rincón que guarda en sus paredes mil historias y susurros de otros tiempos. Ramón Pinto abre las puertas de lunes a viernes de 7 a 16. Y cuando el reloj marca la hora de cerrar, la esquina se convierte en un lugar de nadie, un territorio donde la nostalgia y la historia se entrelazan en un baile eterno. Porque en Buenos Aires, cada esquina guarda un secreto, una historia por contar.