El andinista Miguel Ángel Guillén recibió una respuesta tajante el 9 de enero de 2010 sobre la tragedia que sufrieron sus compañeros Gustavo Martín, Germán Brena, Walter Sergio Toconás y Daniel Mario Morales durante una escalada en el cerro Aconcagua. Los cuatro fallecieron al caer unos 500 metros en el Glaciar de Los Polacos, a unos 200 metros de la cumbre.
El grupo de once andinistas había decidido separarse para tomar una ruta más corta pero más difícil. Los cuerpos de los jóvenes escaladores neuquinos y mendocino, junto al médico pampeano, quedaron suspendidos en una zona de roca y nieve compacta. La caída se produjo en una pendiente de 75 grados.
Los fallecidos, motivados por el desafío y la ilusión de alcanzar la cumbre por una ruta desafiante, equiparon sus equipos con cuerdas, clavos y arneses. La falta de anclajes y guía los expuso a un peligro mortal.
Miguel Guillén, testigo y superviviente, describió la dureza del ascenso, marcado por la altitud, la oscuridad y las condiciones climáticas adversas. Tras la tragedia, el grupo enfrentó el dolor y la incredulidad, dejando mensajes y objetos personales en una pira en memoria de los fallecidos.
A pesar del impacto emocional, Miguel regresó al Aconcagua en ocasiones posteriores, aunque las condiciones meteorológicas impidieron nuevos ascensos. La experiencia de la montaña, con su majestuosidad y desafíos, dejó una huella imborrable en su vida, junto al recuerdo de sus compañeros fallecidos.