Diego Neria Lejárraga, el primer trans en recibir el bendi del Vati, empezó todo con un plot twist que parecía sacado de una sitcom. Imaginate vos, mandás una cartita al Papa contándole tus dramas con la iglesia, y a los tres meses ¡ring ring! Te llama alguien con acento porteño, y vos pensando que es un telemarketer rompebolas. "Déjame dormir en paz, flaco", le dice Neria, sin sospechar que del otro lado estaba el mismísimo Papa Francisco. Ahí fue cuando se le cayó el cassette, porque el Pontífice le mencionó la carta y ahí sí que se le pararon los pelos del orto.

El segundo llamado de Francisco fue todavía más loco: en plenas fiestas navideñas. "Suena el celu y era él de nuevo", contó Neria, y aunque algunos pensaron que era un chiste, el Papa le tiró la posta: "¿Cuándo venís pa' Roma, che?". Así que Neria, sin dudarlo dos veces, agarró el pasaporte y se mandó para el Vaticano en enero del 2015. El encuentro fue más que una juntada con el Papa, fue una charla de compadres, arrancando con un abrazo fraternal. "Diego, pibe, te estaba esperando con unas ganas bárbaras", le dijo Francisco, demostrando su calidez desde el minuto uno.

La vuelta a España después de esa visita fue un flash para Neria. "Me di cuenta de la que armamos", dijo, reconociendo que este mano a mano con Francisco marcaba la onda inclusiva y solidaria que el Papa venía pregonando. La historia de Neria se convirtió en un emblema de cómo Francisco estaba tirando abajo las barreras en la Iglesia y abriendo un espacio para la diversidad y la empatía hacia las personas trans.

Pero ojo, que no todo fue color de rosas. A pesar de la onda del Papa, el primer encontronazo de Neria en el Vaticano fue con la Guardia Suiza, que le dio un ataque de pánico de aquellos. "Ver a esos tipos me puso en modo berserker", confesó. Al borde del colapso, pidió a su pareja que lo acompañara al principio para tranquilizarse. Después de pasar por seis cacheos de seguridad, Neria se encontraba en una salita, esperando ese momento tan esperado. "Todavía no caía que lo iba a ver", dijo, pero cuando finalmente se encontraron, la calidez del Papa hizo desaparecer todos sus miedos. "Le solté todo, mis miedos, mis dramas, y él me contuvo con esa calidez argenta que lo caracterizaba", recordó.

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