A los 50 pirulos, Joaquín Furriel está en pleno idilio con la actuación. Cuando cae el sol, se transforma en uno de los villanos más temidos de la historia, Ricardo III (1452-1485), el último rey inglés en palmar en combate y parte de la dinastía Plantagenet, ese que la historia oficial tilda de déspota cruel y adicto al poder. Shakespeare le dio su toque al retratar al monarca famoso como un tipo retorcido y sediento de sangre. Joaquín se enfunda la piel de este resentido sin amor por nadie, listo para liquidar a cualquiera que se cruce en su camino al poder absoluto, en cada función. Desde chico, este porteño (nacido en Buenos Aires en el '74) supo que su lugar estaba en los escenarios. Arrancó a los 13 en un taller en Adrogué, que fue el puntapié inicial de un camino que lo llevó a pulir su arte en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático. A los 20 debutó en teatro, a los 22 en cine y televisión. Tiene en su haber roles icónicos como en "Patrón" en el cine, "Montecristo" en la tele, y clásicos como "La vida es sueño" y "Hamlet" en teatro. Los premios y nominaciones le sobran, respaldando su presente lleno de desafíos y nuevos proyectos. En una charla con Furriel, nos sumergimos en el abismo del mal y la crueldad, tanto en la ficción como en la vida real, sin encontrar respuestas claras para hacer de este mundo un lugar menos aterrador. Joaquín nos confiesa que a medida que crece, su pasión por la actuación se intensifica, encontrando nuevas formas de conectar con los personajes y su trasfondo. Investigar la maldad y adentrarse en la psique de los villanos es lo que más le estimula, como un pacto interno que lo lleva a desafiar sus propios límites. En tiempos donde la crueldad y la falta de virtuosismo parecen reinar, Joaquín anhela un mundo donde prime la convivencia, el respeto y la tolerancia, lejos de prejuicios y actos despiadados. En un vaivén entre el pasado y el presente, entre el teatro y la realidad, Furriel nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y el constante cambio de miradas sobre el mal y la conciencia. Su interpretación de Ricardo III no solo es un desafío artístico, sino un llamado de atención sobre la sociedad actual, sumida en la incertidumbre y la descomposición de valores. Desde la piel de un monstruo shakesperiano hasta las reflexiones más profundas sobre la condición humana, Joaquín Furriel nos lleva en un viaje a través de la complejidad del mal y la búsqueda de redención en un mundo que parece haber perdido el rumbo.